lunes, 2 de noviembre de 2009

10/10/2009 Roncesvalles - Puente La Reina

La cortita siesta que hice ayer, los nervios, los ronquidos del vecino, la mierda de almohada que tenía, así como comprobar que ese saco antiguo que porté ya no me llegaba a cubrir la cabeza, y encima no llevaba funda de almohada, hicieron que mi primera noche fuera algo movidita. Por cierto que a media noche sonó el móvil de Coro y tardó un buen rato en encontralo. La melodía que tenía era de lo más movidito por lo que se oyó más de un comentario y alguna risilla.

Entre duermevelas, pude al fin conciliar el sueño cuando encendieron todas las luces. Eran poco más de las 6 de la mañana. Nada más despertar ya empecé a sentirme algo inquieto por lo que iba a emprender. No tenía muchas ganas de levantarme a pesar de todo, e intuía que la etapa no iba a ser muy dura pues tenía que bajar, todo lo que el día anterior había subido. Nos tomamos nuestro tiempo para levantarnos, asearnos y empezar a recoger. Mientras lo hacíamos conocimos un matrimonio de Logroño con el que coindimos en algún albergue y una parejita de Girona, Marco y Erika, buenas personas dónde las haya, muy majos los dos, que serían después mis compañeros de camino .

Todo recogido, y pensando en ir a la oficina del peregrino a por las bicicletas, nos quedamos en la puerta un ratito pues llovía y todavía no había amanecido. Pensé si esa lluvia me acompañaría todo el viaje. Afortunadamente arreció pronto.

Ya con las monturas preparadas, nos tocó esperar un buen rato en la terraza, hasta que el dueño del hostal creyó conveniente abrir las puertas de su bar. Pensando en hacer acopio de calorias vimos como el individuo pasó por nuestras narices una bandeja de croisants recíen hechos que subió a las habitaciones, dejándonos de atender y con tan solo bollería industrial empaquetada en el mostrador de la barra. Yo pensé en voz alta: - "ahora sacará otra bandeja". Pero no fué así. A pesar de ser clientes de comida, cena y ahora de desayuno, y de exigirle unos croisants como los que acabábamos de ver... nos dejó clarito que no habían más y esos eran para los clientes de hospedería. Nos resignamos, desayunamos y procedimos a hacernos las primeras fotos. Coro, Marco y Erika y yo.

Yo tenía mís dudas acerca de la forma física de Coro, por lo que el día anterior, le comenté que si no podía seguir mi ritmo, no tratara de hacerlo pues yo tenía unas fechas más o menos claras de vuelta. Salimos todos juntos y nos hicimos la foto típica del comienzo "Santiago 790". Marco que ya había hecho el camino el año anterior inició su marcha con Erika detrás por la senda. Seguimos detrás y al poco tiempo Coro quedó descolgada. Aunque nos dio alcance en una ocasión, quedó nuevamente descolgada y no supimos de ella hasta la noche que me llamó por teléfono.

Yo me pegué a rueda de la joven pareja. Trataba de no perderlos, de fijar mi atención en el camino, de admirar, al mismo tiempo, la belleza que en ese tramo envuelve el camino. No se si, por que fueron las primeras emociones, por los nervios, por las belleza del paisaje que pasaba fugaz, ante los ojos, pero me encontraba totalmente extasiado. Adelantamos los primero peregrinos a pie y enseguida se acostumbraron oidos y boca al "buen camino", que me hacía gracia oirlo en boca de extranjeros que no pronunciaban bien.

Seguiré con esta entrada...